jueves, 10 de abril de 2014

El período especial cubano

Bodega de aprovisionamiento popular en Cuba.


Queridos lectores,

En las primeras conferencias que dimos sobre el problema del Oil Crash poníamos el ejemplo de dos países que habían afrontado una situación de caída brusca del suministro de petróleo (en ambos casos, por el colapso de la Unión Soviética) de dos maneras completamente diferentes: o bien apostando por un modelo industrial (Corea del Norte) o por uno más agrario (Cuba). Los ejemplos estaban recogidos en el libro de Dale Allen Pfeiffer "Comiendo combustibles fósiles" y nosotros los trasladábamos un tanto acríticamente a las charlas. Con el tiempo, muchos cubanos me han hecho notar que el Período Especial cubano no fue ni mucho menos tan ideal como nosotros lo mostrábamos, y, si bien en Corea del Norte las cosas fueron mucho peor, en Cuba el Estado tuvo un papel menos decisivo del que le atribuíamos y la situación fue de todo menos idílica.

Recientemente, Erasmo Calzadilla, del Havana Times, me contactó para preguntarme sobre ciertas cuestiones relacionadas con la energía, y en medio de los sucesivos e-mails acabamos hablando del Período Especial. Su visión sobre el tema, como esperaba, era bastante crítica con el mensaje que nosotros trasladábamos en aquel entonces. Erasmo es el primer cubano que ha aceptado escribir un ensayo sobre su visión de aquel período para ser publicado en este blog y que además lo firma con su propio nombre (que por cierto tanta resonancia histórica tiene para nosotros los europeos).

Les dejo con Erasmo.
Salu2,
AMT



El trabajo donde comparas a Cuba con Corea se llama: THE OIL CRASH: EL FUTURO INMINENTE DE UNA ESPAÑA SIN ENERGÍA. Data del 18 de febrero del 2010 (Nota de AMT: se refiere a una de las primeras conferencias que di sobre el Oil Crash).


Dices sobre Cuba:

El gobierno tomó dos medidas básicas para evitar el colapso:

  • Programas de alimentación de los sectores sociales más débiles 
  • Cartillas de racionamiento para toda la población.

Un plan agresivo de reforma agropecuaria, un retorno progresivo e incentivado al campo y la investigación en agricultura ha permitido mantener un nivel alimentario razonable.


No creo que fueran estas las medidas que evitaron el colapso.

La cartilla de racionamiento y el buchito de comida que repartían a los más desamparados brindaron alguna ayuda pero no podías contar con eso para no morir de hambre.

En la ciudad, la solución fue “la lucha y el invento”. La gente pescaba hasta en charcos de aguas negras, cazaba hasta los gatos (aunque dejaron tranquilos a los perros), recolectaba hasta en los nichos de basura y/o robaba, sobre todo al Estado. Aquellos con más iniciativa y ganas de trabajar se apropiaron de los terrenos yermos en torno a los barrios con el objetivo de sembrar o criar animales (casi siempre a título personal).

El mismísimo centro de la ciudad se llenó de corrales hediondos que sus dueños construían justo al lado de los edificios o incluso dentro de los apartamentos para protegerlos de los “ninjas”. Las fosas se tupieron y desbordaron con los residuos de las cochiqueras; de milagro no se desató una epidemia mortal.

Se dice que Cuba sobrevivió gracias a la cooperación comunitaria; me parece que idealizan. La gente se ayudaba pero mucho menos que antes de la crisis y nunca con explícito sentido comunitario.

Que yo sepa no emergió ninguna organización suprafamiliar (salvo la comunidad de fieles que proliferó en las iglesias); más bien se desintegró la que había, tal y como cuenta y predice Dimitriv Orlov. Los líderes de la Revolución y los medios de comunicación habían combatido ardua y concienzudamete contra el individualismo pero este rebrotó a la menor oportunidad y se instaló en el trono de la subjetividad del cubano.

Ese Renacimiento nuestro fue positivo en muchos aspectos pero fatal en otros. El pico de la crisis, el momento en que peor estábamos, coincidió con el pico de la ostentación, con el del egoismo y el de la violencia despiadada. Mucha gente andaba armada para evitar que la asaltaran y hasta degollaran por quitarle cualquier bobería.

Fue ese el momento en que levantaron cabeza los Macetas, tipos inescrupulosos que hicieron fortuna aprovechando el hambre ajena, la desesperación y el descontrol. Una comunidad organizada y consciente como la que imaginan los idealistas hubiera enfrentado y puesto en su lugar a esos personajes pero más bien ocurrió lo contrario. Los Macetas se fueron convirtiendo en el ejemplo a seguir, en líderes de la comunidad y vecinos de respeto, llegando a ocupar cargos públicos. Cuando el gobierno recuperó las riendas tumbó a algunos del caballo; otros consiguieron lavar su fortuna y hoy prosperan protegidos por la ley.


Y en cuanto al retorno progresivo e incentivado al campo, no tengo noticia de que algo así haya ocurrido. En la ciudad capital había miseria, sed y hambre pero no tanta como para empujar a los habaneros fuera de la urbe; el fenómeno migratorio masivo de que tengo noticia fue más bien en sentido contrario.

De la noche a la mañana La Habana se llenó de buscavidas, gente que vivía muy mal en las provincias del interior o que intentaba aprovechar el caos para instalarse en la capital. Los recien llegados levantaban un llega-y-pon en una cuarta de tierra, con una viga robada a una torre de alta tensión, una plancha de zinc extraida de una industria desmantelada, un pedazo de cartón sacado de la basura y como eso todo lo demás.

Aún en plena crisis la Habana daba vida a aquellos que venían dispuestos a todo: trabajar en la construcción, en la agricultura, en la policía, como jineteras, como pingueros, asaltantes de camino, mensajeros etc. El gobierno los deportaba masivamente hacia su provincia de origen pero ellos regresaban en el mismo tren. Hay un documental, “Buscándote Habana”, que refleja el tema.

En resumen, los capitalinos no se fueron al campo, más bien la ciudad se ruralizó, llenándose de sembrados, cochiqueras, potreros y gente de campo.


Sobre la investigación científica en el ámbito de la agricultura

Mientras fluyó la ayuda del campo “socialista” aquí se practicó una agricultura intensiva a golpe de combustibles fósiles. Los disímiles institutos de investigación tenían los ojos puestos en los avances más deslumbrantes de la ciencia y sobre todo en la biotecnología. Justo antes de La Caída los burócratas y tecnócratas tenían un entusiasmo tremendo con los cultivos hidropónicos, que necesitan un andamiage sofisticado y caro. Por supuesto que todo eso se fue a bolina en el primer soplo de la crisis pero en cuanto comenzó a gotear el maná proveniente de Venezuala se pusieron las pilas y andan girados para los transgénicos y otras lindezas semejantes. “Los bueyes lucen mejor en el plato”, es una expesión de Jorge Triana, un economista que disfruta del reconocimiento de las altas esferas y se la pasa dando conferencias a la élite política y científica.


Sin embargo, las fuerzas armadas revolucionarias (FAR) sí tenían pensada una estrategia de cómo organizar la sociedad y el trabajo en tiempos de guerra; Opción Cero le llamaban. Implementada con tino dicha estrategia ayudó a recuperar una agricultura, una farmacia y hasta una medicina natural alternativa que ayudaron a parar el golpe.

Además, con los reclutas que iban entrando a las fuerzas armadas (aquí es obligado para los hombres) la FAR organizó el Ejército Juvenil del Trabajo (EJT). Los reclutas trabajaban en granjas agrícolas por un salario miserable (siempre es mejor que marchar bajo el sol) y luego el ejército vendía barato o distribuía gratis (en escuelas, hospitales, unidades militares y centros de trabajo) lo cosechado.

Pero desde mi punto de vista fueron los guajiros y guajiras los que más hambre ayudaron a matar; con técnicas rudimentarias y a golpe de sabiduría tradicional, nucleados alrededor de la familia y sin recurrir al trabajo esclavo. La gente de la ciudad se daba viajes al campo a intercambiar cualquier cosa por viandas, vegetales o frutas.

El Estado-Gobierno estaba en la ruina y no tenía recursos para organizar ni controlar salvo lo más indispensable. Al Aparato no le quedó más remedio que permitir a regañadientes el laisser faire, que la gente se independizara. Muchos campesinos y emprendedores de todo tipo se partían el lomo con la ilusión de tener algo propio, recuperar la dignidad, ser libre. Tanto malestar había generado el colectivismo forzado que el ansia de independencia devino en uno de los motores subjetivos más poderoso cuando apenas quedaban esperanzas ni fuerzas para luchar.

Por otra parte el turismo, la inversión extranjera y las remesas familiares aportaron la moneda dura que, junto a otros factores, impidió cayéramos tan hondo como Corea del Norte.

Muchas personas de bien toman a Cuba como el ejemplo de que es posible sobrevivir a un desabastecimiento repentino de combustible y otros productos indispensables gracias al trabajo en comunidad y la guía de un gobierno socialista con respaldo popular. La idea me parece bonita pero dista bastante de la realidad.

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